Siempre estamos pendientes de todos los estímulos para ofrecer un plan integral de comunicación.
Siempre estamos pendientes de todos los estímulos para ofrecer un plan integral de comunicación.
Carlos Quesada reflexiona sobre la ausencia de líderes políticos comprometidos con el bien común en Costa Rica. Inspirado en la visión aristotélica de la política como medio para alcanzar el bien supremo, Quesada cuestiona si en el panorama actual prevalecen la racionalidad y la ética. Señala la degradación del debate público y el debilitamiento de instituciones clave, como la seguridad social y la educación. El autor insta a los ciudadanos a no resignarse y a rechazar la polarización y el odio, enfatizando la necesidad de recuperar la política como espacio de construcción colectiva.
Cinco años después del inicio de la pandemia de COVID-19, el mundo sigue buscando respuestas. ¿Qué nos enseñó realmente esa pausa global? ¿Qué quedó en el olvido y qué transformó nuestra manera de vivir y comunicarnos?
👉 En este artículo de opinión publicado originalmente en Delfino.cr, Carlos Quesada reflexiona sobre la memoria, la adaptación y el riesgo de volver a la inercia.
Por Silvia Chaves
Los seres humanos nos comunicamos de muchas formas y en distintos niveles. Podemos dirigirnos a una persona, a un grupo reducido o, gracias a la tecnología, a miles o incluso millones de personas. Sin embargo, para que esa comunicación con el mundo exterior sea efectiva y auténtica, hay un tipo de comunicación que resulta fundamental y muchas veces se pasa por alto: la comunicación intrapersonal.
Este diálogo interno es el que nos permite entendernos a nosotros mismos, reconocernos, valorarnos y fortalecer nuestra esencia. Es la base sobre la que construimos nuestra autoestima y nuestra identidad, y de ella depende en gran medida nuestra capacidad para sobresalir en cualquier ámbito: en los negocios, en el estudio, en el deporte o en la vida cotidiana. Sin una comunicación interna saludable, es desafiante proyectar seguridad y claridad en nuestras relaciones con los demás.
Afortunadamente, existe la Programación Neurolingüística (PNL), que nos ayuda a trabajar ese diálogo interno.
PNL: Reeducar la Mente para Potenciar el Éxito
La mente cree todo lo que se le dice, lo que significa que nuestra manera de hablarnos influye directamente en nuestra percepción de la realidad y en la imagen que tenemos de nosotros mismos. En este sentido, si queremos mejorar nuestra manera de actuar y, por ende, de sentir, debemos empezar por modificar nuestro lenguaje.
Por ejemplo, en lugar de decir “intentaré hacerlo”, es mejor decir “voy a lograrlo”. En vez de decir “es difícil”, podemos decir “es desafiante”. Palabras como “buscar”, que implica incertidumbre, pueden reemplazarse por “encontrar”, que sugiere certeza. Y en lugar de hablar de “costos”, podemos referirnos al“valor” de las cosas.
Estos pequeños cambios en el lenguaje tienen un impacto directo en nuestra mentalidad y en la manera en que enfrentamos los retos. No es sólo un juego de palabras: es una forma de reprogramar la mente para que trabaje a nuestro favor.
El Poder del Hábito: 21 Días para Romperlo, 66 para Transformarlo
Se ha dicho durante mucho tiempo que se necesitan 21 días para romper un hábito y 66 días para establecer uno nuevo de manera permanente. Esto significa que si queremos cambiar la forma en que nos comunicamos con nosotros mismos, debemos ser constantes y repetir estos nuevos patrones de pensamiento y lenguaje hasta que se conviertan en parte natural de nuestra vida.
En la PNL, los programadores trabajamos precisamente en eso: en ayudar a las personas a identificar los hábitos mentales que les impiden brillar y darles herramientas para transformarlos.
La PNL y la Comunicación Intrapersonal
Si queremos mejorar nuestra comunicación con los demás, debemos comenzar por mejorar la forma en que nos hablamos a nosotros mismos. Debemos visualizar el cambio como si ya estuviera hecho, ser más conscientes de nuestras acciones y eliminar las respuestas automáticas que nos limitan. La clave está en crear esos nuevos hábitos que nos permitan brillar, tanto en nuestra vida personal como en nuestra vida profesional.
Al final, la Programación Neurolingüística nos invita a ser arquitectos de nuestra propia mente, utilizando el poder de las palabras para transformar nuestra realidad. Porque, después de todo, comunicarnos bien con nosotros mismos es el primer paso para comunicarnos bien con el mundo.
Por Carlos Quesada
Vivimos en un mundo hiperconectado donde la información fluye a una velocidad vertiginosa. Pero, paradójicamente, en esta era de acceso ilimitado al conocimiento, la desinformación se ha convertido en la norma. Las redes sociales, que en teoría debían democratizar la comunicación, han degenerado en un campo de batalla donde la opinión sin argumento se impone sobre el análisis, donde el grito ahoga al debate y donde el linchamiento digital es la moneda de cambio.
Todos opinamos. Opinar es legítimo, es un derecho. Pero no todo lo que opinamos es válido. No porque alguien tenga una cuenta en redes sociales significa que su palabra es verdad absoluta o que su argumento tiene peso. Y aquí es donde hemos caído en un error grave: confundir la libertad de expresión con el derecho a decir cualquier cosa sin consecuencias.
Ejercer la libertad de expresión implica responsabilidad. Significa construir, aportar, disentir con respeto. Podemos y debemos cuestionar ideas políticas, económicas, religiosas; podemos no estar de acuerdo con alguien y decirlo. Esa es la esencia de una sociedad democrática. Sin embargo, lo que hoy vemos en redes no es disenso, sino agresión. No es diálogo, sino ruido. No es libertad, sino abuso de la palabra.
El ascenso de las redes sociales ha traído consigo un fenómeno peligroso: la normalización de la desinformación y el ataque impune. Nos distraemos atacando, humillando, degradando, esparciendo rumores. Opinamos sobre el cuerpo de los demás, sobre sus decisiones personales, sobre su vida privada. Convertimos el debate en linchamiento, la crítica en burla, la conversación en una hoguera donde cualquiera puede ser quemado en nombre de una falsa superioridad moral.
Y en ese proceso, nos convertimos en nuestros propios verdugos. Porque destruir a otro no nos hace mejores, nos consume. Nos carcome la maldad, nos intoxica la negatividad. No nos damos cuenta de que, al señalar, al insultar, al esparcir odio, nos vamos deshumanizando, vamos perdiendo lo que nos hace verdaderamente libres: la capacidad de construir.
Este artículo es impopular porque cuestiona el entretenimiento fácil, el morbo de las redes sociales, la comodidad de la crítica sin reflexión. Pero hagamos un reto: ¿por qué no usamos las redes para crecer? No todo debe ser filosofía ni profundidad, claro. Hay espacio para el humor, el entretenimiento, la diversión. Pero incluso eso puede hacerse desde un lugar sano, sin necesidad de destruir a otros.
Nos quejamos de los discursos de odio, de los líderes incendiarios, de los ataques despiadados. Pero ¿no caemos muchas veces en lo mismo? ¿No replicamos ese mismo veneno con cada comentario hiriente, con cada rumor esparcido, con cada post que alimenta la toxicidad digital?
Hagamos la diferencia. Pongámonos el reto de aportar algo positivo a nuestras redes al menos una vez a la semana. Que crezca ese grupo, que se expanda esa intención. No se trata de censurar ni de coartar la libertad, sino de ejercitarla con inteligencia, con propósito.
Pero, además de fomentar el contenido positivo, es crucial que al comunicarnos en redes sociales definamos claramente nuestro mensaje y audiencia. Un ejemplo ilustrativo es el caso de un jerarca X (literalmente) que, sin conocer el mercado nacional ni el comportamiento de las redes, afirmaba que solo una plataforma era relevante. Este enfoque limitado puede llevar a una comunicación ineficaz.
En Costa Rica, según el estudio “Las tecnologías digitales: ¡en Costa Rica no podemos vivir sin ellas!” publicado en junio de 2024 por la Universidad de Costa Rica (ucr.ac.cr), el uso de redes sociales es variado:
• Facebook es la plataforma más utilizada, con un 85% de usuarios, especialmente entre los 18 y 54 años. Su uso disminuye después de los 55 años.
• Instagram ha incrementado su popularidad, alcanzando un 48% de uso, principalmente entre menores de 35 años con educación secundaria y universitaria, y con mayor prevalencia en el Valle Central.
• TikTok es utilizada por un 45% de la población, predominantemente por jóvenes con educación secundaria.
• WhatsApp es la plataforma más extendida, utilizada por el 98% de la población.
• Twitter/X mantiene un uso constante del 2%, mayormente entre hombres del Valle Central con estudios universitarios.
Estos datos subrayan la importancia de seleccionar la plataforma adecuada al momento de comunicar en redes sociales, asegurando que el mensaje llegue de manera efectiva a la audiencia deseada.
Si queremos impactar con nuestras palabras, debemos saber qué queremos transmitir, cómo lo queremos transmitir y cuál es el canal correcto para hacerlo. Hablar en el vacío, sin estrategia, sin conocer el contexto digital, solo nos convierte en parte del ruido.
Las redes son un reflejo de quienes somos. Hagamos que reflejen lo mejor de nosotros y no lo peor.
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Por Carlos Quesada
“Fallece Paquita la del Barrio”. Apenas había terminado de leer el título cuando, en cuestión de segundos, en los parlantes del gimnasio comenzó a sonar Rata de dos patas, como un homenaje espontáneo a la cantante.
Vivimos en un mundo hiperconectado, donde la información fluye a una velocidad impresionante. No importa dónde estemos o qué estemos haciendo, las noticias nos llegan en segundos, en pequeños pantallazos que nos resumen lo que está ocurriendo en cualquier rincón del planeta. Esto no es ninguna novedad. Ya sabemos que estamos expuestos a una avalancha constante de información a través de múltiples canales.
Pero hay momentos en los que esta hiperconectividad nos permite reflexionar sobre fenómenos más profundos. Esta mañana, mientras estaba en el gimnasio, recibí una alerta de un periódico: “Fallece Paquita la del Barrio”. Apenas había terminado de leer el título cuando, en cuestión de segundos, en los parlantes del gimnasio comenzó a sonar Rata de dos patas, como un homenaje espontáneo a la cantante.
Desde la perspectiva de la creación de imagen, este es un caso fascinante. ¿Cómo es posible que una artista, en el instante mismo de su fallecimiento, genere una reacción tan inmediata y natural? La respuesta está en la construcción de su imagen pública. Paquita la del Barrio no sólo fue una cantante, sino un personaje bien definido. Su voz, su apariencia, sus gestos y su actitud fueron los estímulos que moldearon la percepción que la gente tenía de ella. Y cuando la percepción se consolida, se crea la imagen.
Una imagen bien construida genera opinión, y la opinión colectiva se convierte en reputación. Pero no cualquier reputación: una que trasciende fronteras, que sobrevive al tiempo y que, incluso después de la muerte, sigue siendo coherente y legítima. Esto es clave. Muchas veces se asocia la creación de imagen con la manipulación o la falsedad, pero la verdad es que una imagen basada en mentiras se derrumba tarde o temprano. La de Paquita, en cambio, permaneció firme a lo largo de su vida y seguirá vigente más allá de su fallecimiento.
Este ejemplo nos deja una lección clara: construir una imagen no es un lujo ni una estrategia exclusiva de celebridades o instituciones. Es un proceso fundamental para cualquier persona, empresa u organización que desee generar impacto y credibilidad. Una imagen bien articulada, con estímulos verbales y no verbales alineados, da paso a una reputación sólida. Y cuando la reputación se mantiene en el tiempo, se convierte en legitimidad.
Paquita la del Barrio nos demuestra que la imagen bien construida trasciende. Su voz, su mensaje y su presencia no desaparecen con su muerte, sino que permanecen en la memoria colectiva. Ese es el verdadero poder de una imagen coherente.
Por Carlos Quesada
“Es tan interesante y difícil decir algo bien, como pintar.” – Vincent Van Gogh.
Al igual que en el arte de las líneas y los colores, en la comunicación la voz se convierte en un lienzo donde los tonos y matices juegan un papel fundamental. La forma en que hablamos no solo transmite palabras, sino también emociones, intenciones y percepciones. Por eso, no basta con hablar; es esencial aprender a hablar de manera que nuestros interlocutores nos escuchen, comprendan y, en el mejor de los casos, se conecten profundamente con nuestro mensaje.
La Voz: Un Instrumento de Comunicación y Persuasión
La voz es un poderoso canal de comunicación que trasciende las palabras. A través de ella se pueden transmitir emociones, sentimientos, miedos y estados de ánimo. La forma en que modulamos nuestra voz puede reflejar alegría, tristeza, confianza o inseguridad. Imaginemos, por ejemplo, una situación cotidiana: llamamos a una oficina y nos responden con un tono despreocupado: ”¡Claro, pollito, ya le ayudo!”. En ese instante, nuestra percepción sobre la profesionalidad de esa empresa se ve afectada, y no por el contenido de las palabras, sino por el tono en el que fueron dichas.
Este ejemplo evidencia cómo la voz puede influir en la percepción que otros tienen de nosotros o de nuestros clientes. Por ello, es crucial evaluar y trabajar conscientemente en el tono, volumen y estilo de la voz para garantizar que el mensaje se entienda claramente y no genere malentendidos o percepciones equivocadas. No se trata solo de evitar el “ruido” en la comunicación, sino de asegurarnos de que la voz refuerce y potencie el mensaje que queremos transmitir.
La Voz: Una Experiencia Neurobiológica
Escuchar una voz no es solo un acto de recepción de sonido; es una experiencia neurobiológica que desencadena respuestas emocionales en el oyente. Estudios recientes en neurociencia han demostrado que el sonido de la voz humana activa áreas del cerebro relacionadas con las emociones, lo que explica por qué es tan difícil disimular el enojo, la alegría o el miedo cuando hablamos (Pell et al., 2015).
•La voz afecta la percepción: La forma en que una persona habla influye en cómo la percibimos, llevándonos incluso a asumir características de su personalidad.
•Impacto emocional: La voz está directamente conectada con las áreas del cerebro que procesan las emociones, lo que explica por qué reaccionamos visceralmente a ciertos tonos o estilos vocales.
La Voz y la Construcción de Imagen
La voz no solo comunica palabras; también construye imagen. Por ejemplo:
•Una voz profunda y resonante suele asociarse con autoridad, inteligencia y éxito. Incluso, estudios han revelado que los líderes con voces graves son percibidos como más competentes y confiables (Klofstad et al., 2012).
•Una voz aguda o temblorosa puede generar percepciones de inseguridad, nerviosismo o falta de control emocional.
•Voces de tono fuerte y claro comunican seguridad, protagonismo y liderazgo.
La Clasificación de la Voz
Los especialistas en terapia de lenguaje clasifican la voz en cuatro grandes categorías:
1.Tono: La altura o profundidad del sonido.
2.Volumen: La intensidad o fuerza con la que se emiten las palabras.
3.Calidad: La textura del sonido, como una voz suave, áspera o nasal.
4.Estilo: La forma particular en que se expresa cada persona, que incluye el ritmo y la entonación.
Reflexión Final
Hablar no es simplemente emitir sonidos; es un arte que, cuando se maneja con maestría, puede persuadir, emocionar e incluso enamorar. La voz tiene el poder de construir o destruir una imagen. Como comunicadores, debemos ser conscientes de su impacto y trabajar en ella con el mismo cuidado con el que un pintor elige sus colores y pinceladas.
Y aunque el silencio también comunica (tema que abordaré en una próxima entrada), es la voz la que tiene el poder de crear conexiones emocionales profundas y duraderas.
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